Como Larissa y Yuri, ateridos pero enamorados, pusimos rumbo a la tundra manchega en una fría, muy fría mañana de domingo.
Huíamos del rebaño de cabestros de la otra Sansil y queríamos probar, en nuestras atléticas carnes, la épica del menos que cero. Varykino, perdón, Valmojado, nos aguardaba, en un ondear incesante de banderas rojas bajo cirílicas consignas.
Eso sí, estrenando malla de invierno y contando con el apoyo y compaña de nuestro camarada Miguel Strelnikov, que volvió a dar toda una lección de gallardía, bizarría y sudor popular, al participar de corto con la que caía y acabar la prueba entre los primeros.
Un 10 para una competición a marcar en el calendario. Gratuita, bien organizada, poco masificada (de momento) y con la mejor camiseta técnica desde la VI Legua de Yuriatin.
Cambien de carrera, adocenados white runners. No me sean Komarovskys.
Y no se sentirán, al menos durante una mañana, "un número sin nombre, en una lista sin nombre que más tarde se extravió..."
